Relatos eroticos: FriendZone (1ª parte)

por Lorena S. Gimeno
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RELATO ERÓTICO: «FRIENDZONE (1ª Parte)»

     A veces me pregunto qué es ser mujer, qué es lo que le dice a un hombre sano y hetero que eres una mujer y te interesas por él. Cómo salir de la zona de amigos. Cómo insinuarse sin enrarecer la relación, sin que parezca una broma.

No hace mucho, concretamente cuando mi mejor amigo desde hace quince años se echó “novia oficial” hace tres años, me di cuenta de que estaba enamorada de él. Tópico, una broma cruel del destino. Siempre creí que lo que sentía por él era más como lo que se siente por un hermano o lo propio de los mejores amigos del mundo; pero ahora estoy segura de que no es así.

Y ahora que ya somos “mayores” y cada uno va por su cuenta lo siento más. Lo echo de menos. Antes nos pasábamos las tardes en mi casa o en la suya jugando videojuegos, viendo series o yendo al cine. Se echó novia y ya nada. Me la presentó una vez y creí que se ponía demasiado a la defensiva… o quizá no. Quizá notó que para mí él no era solo un amigo.

Ahora cada día pienso en que de un momento a otro recibiré una llamada de Héctor diciéndome que se va a casar, que sea su padrino de bodas o que va a tener hijos con ella. ¡Por favor, no!

Quizá debería concentrarme en el videojuego, pienso mientras cambio de postura en mi cama, que también uso como sofá. Casi me matan por estar en las nubes y poner el automático.

Y al sonar el teléfono creo que me va a dar un pasmo. Es él. Lo sé incluso antes de mirar el identificador y comprobarlo. Pauso el videojuego y descuelgo con un ligero tembleque.

—Dime —respondo todo lo natural que puedo.

—Mini… —lo oigo llorar al otro lado, y se me para el corazón. Hoy no tengo un buen día.

—Ey… ¿Qué te pasa? —No contesta—. ¿Dónde estás?

—Helena me ha dejado, tía —solloza de forma entrecortada. Por suerte, estoy acostumbrada a que balbuceé cuando llora, y encima ha bebido.

—¡Qué putada! ¿Dónde estás? —insisto.

Y pican a la puerta.

—¿Dónde voy a estar? ¡Ábreme!

Sin contestarle siquiera, cuelgo el teléfono y cruzo la pequeña habitación que utilizo como casa no sin antes mirarme en el espejo de pie al lado de la puerta. Voy con el chándal viejo gris que uso como pijama, pero él me ha visto hasta en ropa interior así que qué más da.

Abro la puerta y cojo a Héctor al vuelo. Estaba apoyado con la frente en mi puerta y casi se cae de morros al abrir. Por suerte, lo sujeto y me paso su mano por detrás de los hombros antes de cerrar con el pie y ayudarlo a llegar a mi cama. Lo dejo caer y vuelvo a la puerta para cerrarla con llave. Me acerco a la cocina americana para llenarle un vaso de agua pero cuando me doy la vuelta ya está bebiendo a morro de una botella de vodka que se debe haber traído de la calle.

—Deja de beber, ¿quieres? —le reprimo mientras le arranco la botella de los dedos y le ofrezco el agua.

Pero mira hacia otro lado y se deja caer sobre la cama. Se quita los zapatos con los pies y se hace un ovillo que ocupa toda la parte inferior del colchón.

—Cuéntame lo que ha pasado, anda —rebufo mientras me bebo yo el vaso de agua y le doy un toque con las manos. Se aparta y se sienta como es debido antes de que me ponga a su lado.

Echo un rápido vistazo a mi habitación. No tengo juguetes ni fotos a la vista. Nada de mi material de masturbaciones habitual que pueda haberme dejado por en medio. No suelo tener muchas visitas…

—Helena se ha ido de casa. Ha vuelto con sus padres porque “no soy lo suficiente maduro” —rezonga mientras hace las comillas con los dedos—. ¡Maduro! ¡Madurar es de verduras! Dejé el anime con subtítulos por ella, dejé de ir al salón y al games world… ¡Hasta vendí mi consola porque nunca tenía tiempo para jugar!

—Lo sé. Si te la compré yo —admito. Como jugaba siempre en casa de él, yo no tenía la consola.

—Y ayer va y me dice que no lo aguanta más. Porque la semana pasada me hice una maratón de Boku no Hero y la ignoré toda la noche. Coge sus cosas y se va como si encima fuera culpa mía. ¡Mía! ¡Si hasta me he visto Las chicas del cable con ella aunque no me gusta!

Dicho esto, se tira hacia atrás en la cama y sigue un rato más con las quejas y el día a día. Él siempre dejando sus hobbis “de niño” para hacer cosas “de adultos” con ella, básicamente. Cuando me canso de escucharlo, miro la hora y me voy a la cocina a hacer algo para cenar.

No está muy lejos, mi piso habitación tiene treinta metros en los que salón, habitación, comedor y cocina son uno. Luego tengo un mini cuarto de baño con plato de ducha y retrete. Pero a mí me encanta vivir así.

—¿Comemos algo? —le pateo los pies con un pie mientras dejo dos platos sobre la mesa baja que tengo a los pies de la cama, frente a la tele. Cojo el mando de la consola y voy a un punto de guardado para dejar el juego para otro momento.

—¡Tienes el nuevo Dragon Quest! —se queja Héctor. Lo miro y arqueo una ceja.

—No. Si te parece te espero para jugarlo.

—¿Podemos jugar juntos un rato?

—Claro. De todas formas lo he empezado hoy —medio sonrío mientras apago la tele—. Pero ya sabes lo que toca. Dos veces a la semana mínimo. Si fallas tres veces, avanzo sin ti. Y no voy a levelear ni farmear si no estás aquí y haces tu parte.

—¡Sí, señora!

Asiento satisfecha y vuelvo a la cocina para coger los cubiertos y otro vaso.

—¿Quieres cola? No tengo otra cosa.

—Bebéré agua. —Me encojo de hombros y cierro la nevera con la rodilla mientras vuelvo a mi sitio—. No sabía que cocinaras.

—También sé limpiar y lavarme la ropa. ¡Hasta sé pagar las facturas! —le tomo el pelo mientras pruebo el risotto improvisado y le doy el visto bueno.

—Ja… Ja… —ironiza—. Me refiero a cocinar cocinar.

—¿Y quién crees que hacía los pasteles de cumpleaños que te llevaba a casa cada año? ¿Mi madre?

Me mira en silencio y creo que de verdad creía que se los hacía mi madre. Siento una punzada en el pecho y sigo comiendo por no mandarlo a la mierda.

—¿La panna cotta del año pasado también? —me pregunta, dubitativo.

—Sí…

—Creo que acabo de darme cuenta de que mi mejor amiga en el fondo es una mujer. —Tal y como lo dice, sé que aún está bebido. Cuando bebe tiene incontinencia verbal y se le escapan todos los pensamientos.

—¡Menuda sorpresa! Tu mejor AMIGA es una MUJER —pongo los ojos en blanco.

—Allí tienes películas románticas…

—No son pastelosas. Kimi no nawa también es romántica y te gustó.

—Y ahí hay maquillaje.

—A veces tengo que hacerlo. Sobre todo si tengo ojeras. Tampoco me disgusta ponerme lazos en el pelo y vestidos. ¿A qué viene esta inspección de mi intimidad? —Me estoy cansando de esto. Me está insultando.

—Lo que quiero decir es que eres la prueba de que existen mujeres con mis gustos. No soy yo el que está mal. Solo tengo que buscarme una mujer como tú.

Esa frase me colma la paciencia. La he visto en viñetas y memes de internet. Estoy, como se dice, anclada en la friend zone. A duras penas se ha dado cuenta de que soy una mujer y tenemos los mismos gustos; pero es incapaz de ver que puedo ser “esa” mujer. ¿De dónde coño se ha sacado el “como tú”? ¡Yo soy ese “tú”!

—Mira que bien —suelto al fin con mi ironía habitual—. Buscaré en mi agenda y preguntaré a mi grupo de amigas “como-yo” a ver si alguna está disponible.

Se ha dado cuenta del error. Se calla y se pone a comer. Me termino el plato y me voy a lavar las manos. Para cuando vuelvo ya ha terminado y recojo y friego los platos. Sé que me mira, pero es incómodo y no voy a ser yo quién empiece una conversación.

—Estaba bueno el arroz —me alaba, simple como él solo, y siento que se me derrite el pecho. ¿Por qué narices me gusta un tipo que es incapaz de darse cuenta de lo mucho que lo quiero?

Entonces se me ocurre una idea. Una idea tonta y absurda, una idea ilegal.

Sé que Héctor acaba olvidando las cosas cuando bebe mucho. Pero mucho mucho. Tengo cerveza y él no ha traído una, sino dos botellas de vodka. Si se las hago tragar enteras podré vengarme de él. Podré usarlo como monigote por una vez, una vez en la vida que me ayudará a quitármelo de la cabeza.

Y no tengo la culpa, es él el que viene vulnerable y borracho a mi casa… ¡Mierda! Ya empiezo a pensar como una violadora hembrista.

—¿Sabes? Mañana no tengo que trabajar. ¿Te apetece beber un rato y echarnos un Smash? —le ofrezco. Se lo estoy ofreciendo—. El que pierda, bebe.

Confío en mis habilidades, por no hablar del tiempo que lleva él sin jugar.

Entonces se quita el jersey para quedarse en manga corta y se pone en posición de jugar.

—¡Hecho! —sonríe desafiante. Cuando se pone así recuerdo los buenos tiempos y me entran ganas de llorar. Cuando se pone así, recuerdo todo lo que me gusta de él y por qué lo quiero tanto.

Así que nos ponemos a jugar. Le gano tres partidas y le voy llenando chupitos de vodka. Después me gana una partida y me bebo medio vaso de cerveza. No soy muy tolerante al alcohol pero no me voy a dejar ganar.

***

CONTINUARÁ… (SEGUNDA PARTE)

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