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RELATO ERÓTICO: TÍRATELO, TÍRATELO (2ª Parte)

por Saciasexblog
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RELATO ERÓTICO: «TÍRATELO, TÍRATELO» 2ª Parte

Me cogió en brazos y me sentó a horcajadas encima de su incipiente paquete. Y el beso siguió. Iñaki jugó con su lengua en mis labios, los mordisqueó. A cada mordisco, no, a cada dulce mordisco, un calambre recorría mi cuerpo, terminando exactamente en mi sexo, cada vez más caliente. Sus manos recorrían mi columna vertebral bajo la chupa, provocando unos escalofríos tan calientes que mis dedos, enroscados en su pelo, tiraban de él hacia atrás, para que su boca quedase más a mi merced. Mi entrepierna notaba cómo algo, justo debajo, iba creciendo a cada mordisco, con cada suave tirón de pelo, con cada uno de mis gemidos ahogados en su boca.  Parecíamos dos adolescentes, en un banco del parque calentándose poco a poco. Y todo se paró en seco.

– Hola, chicos. – Me asusté, lo confieso –

Me levanté de un salto temiéndome encontrarme a un compañero de Iñaki con intenciones de ponernos colorados echándonos la bronca. Pero no.  Era ella: la camarera rubia de la discoteca. Con su camiseta blanca escotada, unos shorts negros encima de unas bonitas medias y unos taconazos de infarto. Era guapa la jodida.  Debía ser producto de la excitación del momento, pero, lo confieso, me dio mucho morbo verla frente a mí.

– Hola, ¿ya has salido?- preguntó Iñaki con una naturalidad que me asombró.

– Si, ya estoy libre. – Me miró a mí, directamente a los ojos y, sin cortarse ni un momento me soltó: ¿me puedo unir a la fiesta?

No respondí, mi cabeza decía “¿de qué va?” pero mi cuerpo iba por libre y, como si no fuese dueña de mis actos, me acerqué a ella, la miré, le acaricié su pelo rubio recogido en una cola alta y le besé. No sé exactamente si fue el beso con ella, el saber que Iñaki nos estaba mirando, el estar a las 4 de la mañana en el banco de un parque solitario. Pero mi deseo iba en aumento cada segundo. Podía notar como ni tanguita se mojaba con cada caricia. Entre beso y beso las dos mirábamos a Iñaki, que acariciaba su abultado pantalón mientras ponía cara de deseo, de oscuro y sucio deseo.

Ni siquiera nos molestamos en buscar un lugar más discreto. No nos importaba, nadie nos estaba molestando. Como si conociese a la rubia de toda la vida, con un gesto entre las dos nos entendimos. Nos acercamos a nuestro “juguetito”, agarradas de la mano. Yo le desabroché el cinturón mientras ella le besaba. Liberé con cuidado su pene rígido, erecto de deseo y se lo ofrecí a la rubia cañón. Juntas lo recorrimos con nuestras lenguas, desde su base hasta la punta, besándonos.

Mientras ella se dedicaba a la polla de Iñaki yo le despojé de sus bonitos shorts y los bajé hasta los tobillos, acompañados de las medias. Dirigí mi lengua a su sexo y empecé a darle placer. Era la primera vez que estaba con una chica, pero, si se parecía un poco a mí, sabía exactamente qué hacer. Los dos gemían y yo notaba cómo ella se mojaba más y más. En un cambio en el juego,  Iñaki me despojó de mis jeans y me ayudó a colocarme en el banco, de rodillas, con todo mi sexo para los dos. La rubia se arrodilló en su cazadora, cerca de mi clítoris y empezó a juguetear en él con su lengua. Y ahí fue cuando Iñaki me metió su enorme y dura polla. Yo creía que no podía más, desde el momento uno. Nunca había sentido tanto placer, tan intenso. Pude ver, en un instante en el que giré mi cabeza, cómo la rubia se estaba masturbando mientras me daba placer. Esto encendió mucho más mis sentidos: mi oído se afinó y empecé a escuchar los gemidos de ambos, los míos. Era todo tan erótico, tan morboso que no aguanté más y me dejé ir. Mi humedad empapó el pene de Iñaki y la lengua de la rubia que se apresuró en acercarse a mi boca. Le besé y saboree mi placer, mi locura, mi éxtasis. Le deseaba, deseaba a la rubia, quería seguir jugando con ella.

“Esto no acaba aquí”, pensé y, en un acto de reina del porno (que yo no conocía), me levanté y empujé a Iñaki, lo aparté y me dirigí a la rubia que tanto placer me había dado. Despojé su gran pecho de la camiseta y lo besé, lo acaricié mientras sus gemidos iban en aumento. Me estaba volviendo loca. Intuía a un Iñaki masturbándose y no me equivocaba, pero su misión no había terminado. Me sentía la directora de orquesta así que le susurré a la rubia al oído: “tíratelo”. No hizo falta nada más para que la rubia cabalgase a Iñaki como una auténtica amazona. Él sentado en el banco, ella encima. Arriba y abajo mientras yo jugaba con sus testículos. Formamos un tándem perfecto. No pudo aguantar más, la obligó a levantarse mientras dejaba su simiente esparcida por el  suelo.  Mis pensamientos seguían al rojo vivo y “la rubia necesita más placer”

Ahora el tándem lo hicimos Iñaki y yo, para hacer que nuestra rubia llegase al cielo. La masturbé como nunca antes me había imaginado tocar a una chica; metí mis dedos en su sexo húmedo mientras mi boca jugaba con su lengua, que me marcaba discretamente la intensidad. Iñaki chupaba su clítoris. Jugábamos a dejarla KO y eso no tardó en pasar. Noté que me mordía el labio e intensifiqué mis movimientos en su sexo. Gimió, me mordió y se retorció sobre mis dedos. Había llegado al clímax. Su humedad recorrió mi mano y la boca de Iñaki que, en un acto de morbo total, me chupó la mano, mirándome a los ojos. Fue tan erótico que no sabía si quería seguir.

En ese momento, cuando estábamos intentando volver al aquí y ahora, fue cuando nos dimos cuenta: teníamos público. Dos chicos  jóvenes nos estaban observando desde una esquina del parque. Nos miramos, nos reímos y, sin importarnos ni un ápice, poco a poco, nos pusimos la ropa, ambas mirando sensualmente hacia la dirección en la que estaban los mirones, que, sin dejar de observarnos, se masturbaban detrás de un árbol.

– Pues no hemos sido solo tres los afortunados. Dijo Iñaki colocándose la camiseta

– No, parece que la noche se ha dado bien, ¿verdad rubia?

Los tres nos reímos a carcajadas mientras juntos dejamos el parque.

Y así fue. ¿Queréis saber el final? Pues el final (o el nudo o el comienzo) es que, aparte de que cada vez que paso por ese parque no puedo evitar sonreír, los tres llevamos quedando tres meses, cuando nos apetece, para repetir nuestro tándem.

Ah, por cierto, la camarera rubia se llama Izaskum.

2 Comentarios

Daniel bustamante 24 marzo, 2020 - 4:10 pm

Fascinante!

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Eva 30 marzo, 2020 - 10:08 am

Muy bien escrito Angélica, tienes talento.

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